Hablemos de cuidados a 40 años de la declaración del Día Internacional del Trabajo Doméstico, un logro del movimiento feminista que, precisamente, se alcanzó en Perú durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en 1983.
Para hablar del trabajo de cuidados imaginemos, entonces, un tejido que se va construyendo con las actividades domésticas, de atención y protección que las personas cuidadoras hacen día a día. Un tejido donde cada actividad está concatenada a la otra, de manera simultánea y sucesiva, y todas ellas son un pilar imprescindible para ese tejido que hace al bienestar social.
Así se va tejiendo: cuando estamos cocinando la cena vamos pensando los asuntos que quedaron pendientes de la jornada y, al mismo tiempo, monitoreando a nuestro hijo o hija que juega en la sala. Cuando estamos en nuestros trabajos pagos estamos pendientes de la salud de nuestra abuela, familiar que está débil, gestionando su cita médica.
Ahora bien, si el trabajo de cuidados doméstico y de atención es tan esencial para el bienestar, ¿dónde radica el problema? Pues bien, muchos son los problemas que afectan, sobre todo, a las mujeres porque somos quienes asumimos, en mayor medida, las actividades de cuidados.
Esto es así en el 82% de hogares peruanos donde las mujeres destinan 27 horas semanales más que los varones a este trabajo, según la Encuesta de uso del tiempo y trabajo de cuidados no remunerado de Oxfam en Perú, el Instituto de Estudios Peruanos y Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Además, en cuanto al trabajo doméstico remunerado no es coincidencia que el 95,5% de personas trabajadoras del hogar sean mujeres en Perú, según la Encuesta Nacional de Hogares de 2017.
Uno de los principales problemas es que la importancia y valor de este trabajo no está reconocido en las políticas públicas. Hasta ahora, muchos Estados no reconocen como un derecho humano el cuidar, ser cuidadx y cuidarse a pesar de que, desde un enfoque de derechos y convencionalidad, sí lo es.
Por eso es clave hablar de cuidados desde y para el bienestar de nuestras vidas y nuestro entorno. Esto implica pensar en los derechos y necesidades reales (no presumidas o estandarizadas) de las personas cuidadas y de quienes brindan cuidados; en las condiciones dignas del trabajo doméstico remunerado y de los cuidados comunitarios, entre otras.
Es así que el reconocimiento del derecho al cuidado es crucial porque lo aleja del privilegio u otra condición (por ejemplo: persona trabajadora en relación de dependencia) y lo posiciona como innato e inherente a todas las personas. Porque reconoce que el cuidado no es algo instintivo si no que requiere destrezas, tiempo y recursos. Porque reconoce la importancia de nuestro propio cuidado, que muchas veces se deja de lado. Porque cuando nuestra jornada de trabajo remunerado termina, ¿realmente acaba nuestro trabajo?
A fin de visibilizar y reconocer este trabajo fue que en 1983 muchísimas mujeres reunidas en Perú por el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC) coincidieron en que era necesario declarar al 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico.
Cecilia Olea Mauleón, presidenta del directorio del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, está en el movimiento feminista desde el 1978 y fue una de las integrantes del Colectivo organizador de aquel encuentro.
La experta nos recuerda que los feminismos del siglo pasado no hablaban de cuidados si no de trabajo doméstico. “Fue la acumulación en el tema de trabajo doméstico lo que nos lleva a plantear visibilizarlo, porque estaba completamente naturalizado que si eras mujer tenías que realizar esas labores”, asegura Olea.
Para el movimiento feminista la declaración del Día Internacional del Trabajo Doméstico fue vivida “con mucha satisfacción, con mucha alegría (...) teníamos una consigna que tomamos de las feministas chilenas que era ‘Manolo, hoy te planchas tu camisa solo’ y era ese rechazo de que no era nuestra obligación tener las camisas planchadas, etc.”, recuerda Olea sobre ese momento en que venían, además, de aprobar el Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre) en el Primer Encuentro en 1981.
Haciendo un balance, para Olea sí hay un avance en materia de derechos de las mujeres. “En el año 1983 estábamos muy lejos de lograr las primeras leyes especiales contra la violencia y parte de esta opresión patriarcal era el trabajo doméstico, es decir, el trabajo en casa”, afirma. “Era clásico decir ‘no trabajo, me dedico a mi casa’; [sin embargo] sigue habiendo terrenos que son cambios culturales que demorarán más en cambiar”.
Así, 40 años después seguimos abogando para que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y remunerado se reconozca, reduzca y redistribuya a través de políticas de cuidados y su transversalización al resto de políticas que son cruciales para acortar las brechas de desigualdades. Hablar de cuidados debería ir de mano con la idea de transformación, de democracia y de vida digna.
Y para ti, ¿qué significa el trabajo doméstico y de cuidados?