Las mujeres rurales juegan un rol protagónico en la transformación de sus territorios. En las comunidades altoandinas de Junín y Huancavelica, vienen fortaleciendo su rol como agricultoras, lideresas y tomadoras de decisiones a través de las Escuelas de Campo (ECAs) del proyecto Cultivando el Cambio, impulsado por Oxfam y Fovida. Estas escuelas son mucho más que espacios de capacitación técnica: son espacios de empoderamiento, diálogo y acción colectiva.
Trabajo conjunto, corresponsabilidad y mayor equidad
Felicia Cuyubamba, de la comunidad de Ricran (Junín), destaca cómo este espacio de formación ha fortalecido el aprendizaje colectivo: “Estoy contenta por lo que hemos aprendido. [...] Nos hemos conocido entre señoras, hemos compartido nuestras ideas. Me gusta eso: conversar con otras mujeres y aprender juntas”.
En las ECAs, las mujeres experimentan, aprenden y comparten prácticas agroecológicas adaptadas a sus realidades. Son espacios que valorizan el saber local y promueven la organización comunitaria, fortaleciendo redes de confianza y apoyo mutuo entre mujeres campesinas.
En Huancavelica, Jeny Ataypoma, de Santa Cruz de Paccho, resalta que el trabajo agrícola ya no es tarea exclusiva de varones: “Sembramos y nos ayudamos también. [...] Ahora ya trabajamos juntos, ambos”.
Sin embargo, esta mayor participación de las mujeres en la vida productiva del campo no siempre viene acompañada de una redistribución justa y equitativa del trabajo doméstico y de cuidados. Muchas siguen sobrecargadas, lo que limita sus oportunidades de desarrollo y bienestar. Visibilizar y transformar esta sobrecarga es clave para avanzar hacia una verdadera justicia de género en el ámbito rural.
El rol clave de las organizaciones en el proceso de cambio
Las asociaciones y cooperativas tienen un papel clave en avanzar hacia la equidad de género. Al representar a las familias agricultoras, son espacios estratégicos para incorporar las voces de las mujeres en la toma de decisiones, promover prácticas más justas y fortalecer políticas internas de corresponsabilidad y protección.
Estas transformaciones son fundamentales para construir organizaciones sostenibles, inclusivas y resilientes. Además, fomentan liderazgos de mujeres capaces de incidir en políticas públicas, defender los derechos colectivos y transformar las estructuras de poder.
Enfrentando el cambio climático con los saberes locales
Frente a la creciente variabilidad climática, las estrategias de adaptación basadas en prácticas locales y la experimentación colaborativa son esenciales. En las ECAs, se desarrollan investigaciones participativas para monitorear plagas, enfermedades y rendimiento de cultivos. Esta labor investigativa fortalece la autonomía campesina y refuerza su rol como guardianes del conocimiento agroecológico.
Eduardo Huarcaya, campesino de Zunipampa (Huancavelica), explica: “Cada mes tenemos nuestro taller en la parcela. [...] Medimos las plantas, vemos qué plagas las atacan, controlamos las enfermedades ahí mismo en el campo. Todo eso lo usamos en nuestras investigaciones”.
Por su parte, Clementino Alanya, también de Zunipampa, resalta su labor como conservacionista de papas nativas: “Soy uno de los conservacionistas de papas nativas. Tengo mi banco de semillas. [...] Esto queda para nosotros, lo que hemos aprendido. De nosotros aprenden, y de ellos nosotros aprendemos”.
A través de bancos familiares de semillas y parcelas de investigación comunitaria, las y los agricultores conservan variedades nativas, monitorean plagas y enfermedades y prueban soluciones adaptadas a sus propios entornos. De esta manera, no solo conservan la agrobiodiversidad, sino que se consolidan como gestores clave de la soberanía alimentaria, fortaleciendo la resiliencia de sus comunidades frente al cambio climático.
Liderazgos que florecen
Jhovana Antezana, de la comunidad de Paccho Molinos, también en Huancavelica, destaca la importancia de la formación y el reconocimiento del rol de las mujeres: “Me animé porque quería aprender. [...] También me gusta que nos capaciten como mujeres, que nos tomen en cuenta. Antes no era así”.
A pesar de los avances, las mujeres rurales siguen enfrentando barreras socioculturales profundas que perpetúan la discriminación y la desigualdad, vulnerando sus derechos. Cambiar esta realidad exige transformar las relaciones de poder y promover un compromiso de todos los actores para construir una sociedad más justa, equitativa y libre de toda forma de violencia.